martes, 27 de septiembre de 2005

27 de Septiembre.

"Como una estrella fugaz". Así te han descrito. Así han resumido tu persona y tu vida. Así han contado tus sonrisas, tu fuerza y tu confianza en la gente. Así han dicho que eran tus ojos negros y tu amor por todo lo que hacías. Como una estrella fugaz. Muchos días lejos pero... tan cerca. Es poco posible no acordarse de tí en muchos momentos de nuestras vidas, que también eran la tuya; pero aún menos en un día como hoy. Un 27 de septiembre que cogiste las maletas llenas de sueños y te marchaste. Sin despedirte, nunca te gustaron las despedidas. Pero no vale. No es lícito. No es justo aunar todo lo que hiciste, y sigues haciendo, en el último día. No estamos tristes aunque salgan lágrimas, y tiemblen las piernas y se nos haga un nudo en la garganta. Porque nos contagiaste lo bueno. Absolutamente todo. Y está muy bien pensar que nos has dejado un legado humano inmenso. ¿Qué tal por alli? Tú sigue tocando y componiendo canciones que algún día cantaremos. Da recuerdos a todos, ¿eh? Que no se te olvide nadie. No sabemos cuando volveremos a verte, todo es cuestión de suerte, no valen los planes; pero todos serenos y felices. ¿Te cuento un secreto? Hoy te echo de menos. Duele un poquito pensarte... pero qué agradecida de haber podido disfrutar de tí y de tu luz, que nos sigue alumbrando y dando calor. Un abrazo tierno de tu Rudy. De todas tus tañeditas. Ah, y una canción. La que tú quieras. Siempre nos quedará el cielo y en él UNA ESTRELLA FUGAZ.

lunes, 19 de septiembre de 2005

Secretos.

"Secretos. Vaya. Todos tenemos secretos. Todos compartimos secretos. Todos, alguna vez, nos jugamos alguno de ellos con un alguien, que a la larga quizá resulta poco indicado; pero bueno, es la vida, y eso no se piensa"- pensaba una duenda que no había visto nunca sentada en la ventana.
"Un secreto deja de ser un secreto cuando se convierte en mentira. Porque un secreto resulta que es una verdad grande y silenciosa, cuidada del conocimiento de los demás, mimada desde lo más dentro, acunada solo por privilegiados"- leía en el cielo acurrucada, con su gorro ámbar, juguetón entre sus manos.
Y es que un secreto de un solo alguien, no es demasiado peligroso, aunque puede doler y podrir un poquito la vida. Pero un secreto de dos o más, ya sí es un problema cuando no se cuida bien. Un quebradero de cabeza. "Maldito día... Me arrepiento de haber contado algún secreto. Míos, por otra parte, pero SECRETOS" - se quejaba triste.
Y es que los secretos van lazados a la confianza. Y era una criatura desconfiada, pero que si se volcaba, se entregaba. La ocurrió que contó un secreto. De esos que ni sus duendes ni hadas de toda la vida sabían; y se cruzó un alguien extraño disfrazado, que le brindó una sensación de bienestar absoluta desde el primer rato, que iba brillando, y esa luz... ¡zas! le atrapó.
La existencia es un puzzle de secretos. El secreto de la vida no está en intentar ser absolutamente nada. El secreto de la amistad no es ganarse a otro alguien basándose en teorías que funcionen. El secreto del amor no es dirigir, ni que te dirijan. Es amar, simplemente: si los compases de los sentires son compatibles y se coordinan, entonces... ¡voilà! he ahí un secreto maravilloso. Ah, y como me contó la duenda del gorro ámbar:
"Ten cuidado. Brillaba sí; pero la luz era de pilas. Ese era su secreto".
Duendecilla, alerta pero sin maquillaje.

lunes, 12 de septiembre de 2005

Cosas buenas (entre dos).

Empiezo... y me toca pensar, porque para uno, siempre es más fácil encontrar defectos que virtudes de su persona, pero hay momentos, en los que la angustia aprieta y dices... ¡joder! ¡arriba coño! ¡despierta, algo bueno tendrás! Y ahí, es cuando piensas que si alguien puede ver en ti "que merece la pena" por algo será. Que no todo va a ser hostilidad y problemas. Y es entonces cuando te ayudas de música y de sol. Y escuchas esas canciones que te hacen vibrar por dentro; mientras piensas que si la gente a ti te gusta, por qué no ibas a gustarle tú a la gente. Y abres las ventanas de par en par para que entre toda la luz del mundo en tu habitación y respiras hondo. Y entonces, esos días, que los hay y cómo molan, te gustas. Benditos días en que sonríes sin razones y regalas un mimo por cada sonrisa, y un beso por cada palabra bonita. Y la gente se da cuenta de que eres algo más que uñas y ceños fruncidos porque, en el fondo, eres blandita, y eso es algo que te gusta de ti. Benditos días en los que ayudas en todo a todos, en los que no pierdes el tiempo en gritar, en ponerte borde, en sacar la mala leche, en perder la paciencia, en soldarte muy bien al cuerpo la coraza (la dejas en el armario, tampoco la tiras)... y hablas, sin importarte tres pepinos lo que piensen de ti. Benditos días en los que te vistes con colores que provocan mil; y pequeña, de blanditas EN EL FONDO, nada. Eso es algo que encanta: ser blanditas oficiales. Hay otros momentos, en los que te levantas y vas directa al espejo. Y esos días te miras y tienes ganas de provocar al mundo, y piensas para ti: "hoy mando yo". Nos vuelve locas mandar de vez en cuando. Y estamos graciosísimas cuando cogemos las riendas de algo que nos queda grande y nos peleamos con ello hasta que, a base de muchos golpes, conseguimos lo que queríamos. Jijiji... graciosas cuando nos creemos, por un rato, las dueñas y señoras del universo y pensamos que somos más sabias que cualquier mago legendario. Y entonces somos capaces de poner el corazón en los consejos, en las palabras y ¡uy! ¡coño! cuando los piensas tú, para ti, te das cuenta de que son increíbles. De que son valiosos y de que algún "yo" que llevas dentro, parece que sí piensa lo que nos va aconteciendo en la vida y nada cae en saco roto. Poner el corazón. Ahí está todo. Lo regalamos como si tuviéramos varios; y sin embargo, no está mal, aunque a veces nos duela, porque lo hacemos sabiendo que es lo más valioso que tenemos y que todo lo que podemos ofrecer, primero lo sentimos ahí. Acaso eso no es valentía aunque actuemos en silencio y temblando? Lo regalamos, qué razón tienes. Pero debe ser como las estrellas de mar, que les quitas un brazo y sale otro nuevo. Porque lo hemos hecho más de una vez a lo largo de nuestra vida: regalar el corazón y... las que nos quedan. En silencio... unas veces, pero llamando la atención desesperadamente otras. Y es que hay que reconocer que una vena de payasas, ya tenemos. Y nos encanta aprovecharnos de lo gracioso para lograr momentos y charlas serias. Una o varias venas de payasas por las que corre sangre con glóbulos de naricillas rojas, que nos enseñan a encontrar una carcajada cuando el aire parecía agotarse. Y así , poco a poco, es como vamos recuperándonos de cada regalo, con gorritos de rayas y calcetines de colores, con un alma azul y otra rosa, con una media luna dibujada en la cara aunque sea tímida y la mirada triste que, casi siempre desprende dulzura con quien le deja hacerlo. Si bueno, con quien nos deja hacerlo, claro. Pero nos entregamos del todo. Y mira, tía, mola mil. Y al que no le guste, que se aleje de nosotras. ¿Y qué me dices del chocolate, los helados, las gominolas y... el café solo con hielo y dos azucarillos? ¿...y la canela, y los pirus de cuore... y ya puestos a lo dulce, los recuerdos con sabor a caramelo; aunque a veces también se cuele algún besillo furtivo en una piel salada por el mar? Y cuando pedimos perdón por estropear el momento con el regusto salado, lo hacemos de tal manera que... ¡nos cae otro de premio! ¿Y acaso no mola? Y no se nos caen los anillos para admitir un error, o mil. Y somos más fuertes de lo que parecemos y más valientes de lo que creemos. Y nos importa tres pitos cagarnos de miedo, porque al final, nos enfrentamos a lo que venga. No huimos de las cosas ni de la gente importante, ni alargamos la solución de los temas a medias. Como cuando nos tiramos por un precipicio sin pensar en las consecuencias. A veces se nos pasa por la cabeza: "¡Joder, pues me puedo hacer daño!"; pero la respuesta es "¡Qué mas da, pa’lante como los de Alicante!" ¡Y venga! Pero no pasa nada, porque aunque hablemos de dependencia, somos autosuficientes y eso: mucho más fuertes de lo que parecemos. Claro ejemplo es que cuando estamos realmente mal, milagrosamente: ¡anda! ¿De dónde salieron las fuerzas? ¿Algún voluntario nos lo explica? Y es entonces cuando realmente te percatas de lo que guardas. Cuando hay una situación limite o difícil o dura y todo se tambalea y tú ahí, tan pancha, rígida como un palo y no se te ha movido ni un solo pelo. Animando al personal. Cuando ellos están bien, caes tú, pero nunca te importa, disfrutas haciendo felices a los demás. (Además eso hoy no se cuenta que esto es una “lista de cosas buenas”). Ahí, sin paraguas, mojándote bajo la lluvia pero DISFRUTÁNDOLA, esperando a que escampe para poder ver en primera línea el arcoiris. Y ser como pequeñas haditas o duendecillas, e ir por ahí regalando miradas y momentos mágicos a quien se nos ponga por delante. Y volar sin alas. Y soñar sin dormir. Y ser feliz porque nos despierte por teléfono una voz querida. ¿Se puede pedir algo más? En definitiva, las pequeñas cositas que nos llenan hasta los topes y nos recargan todo lo que perdemos por otras vías. Comer caramelos. Que llueva chocolate. Salir de fiesta con tus amigos y tomar una copa. Pintar. Escuchar. Escribir. El sol y la lluvia. Unos ojos. Unos rizos. Las manos. Ser unas niñas. La locura por amar y que nos amen. Estar lejos y cerca de la vez, y al revés... y mil millones de millones de cosas más. Todo son cosas buenas que nos gustan, que tenemos y que no vamos a cambiar. Así que: prepárense.

Campanilla: con ganas de recordar y...

Duendecilla: con ganas de seguir aprendiendo cosas buenas.

domingo, 11 de septiembre de 2005

Esperar es hacer.

Esperar es hacer. A esa conclusión llegamos, entre dos, el otro día. Nada es inmediato. Hasta aquello que parece serlo, tarda un poquillo en surgir efecto. Estamos viviendo cambios, muchos en muy poco tiempo. Y lo noto más desde que volví del viaje, pequeños. También por lo vivido allí, por supuesto. Aquí hay ganas de vivir, de comerse el mundo, de abrirse paso por méritos propios... y es bonito pero da vértigo. Como dice Aralita: "Da miedo, pero... ¿y lo que mola?". Pues sí.
Da gusto veros, vernos. Yo disfruto mil, me lo notáis; pero si me lo permitís, quiero destacar una de nosotros: Eva. Está feliz. Es feliz y CONTAGIA felicidad. Me alegro infinito por tí, me encanta verte así, sentirte así, ¡qué importante es para todo@s!
Ya huele a nuevo, a recién estrenado, por aquí. Quizá es el otoño que se pone pesado anunciando su llegada y contagia bastante los ocres, tanto por fuera como por dentro. O quizá son nuestras almas quiméricas repletas de sueños que queremos hacer realidad. Me animáis, chic@s. Me animáis a soñar con los pies en la tierra. Y os lo agradezco, ya sabéis cuánto. Que todo nos vaya bonito. Los estudios, que continuamos. Los idiomas, que son casi imprescindibles. El esgrima, las prácticas, el COTL... que a cada uno nos vaya bien lo "nuestro". Y los trabajos medio malpagados que nos cansarán los pies y la paciencia, pero que nos dejarán volar un poco alto y sentirnos un pelín más libres, si cabe. Que no tiremos la toalla. Que nos sepamos levantar unos a otros y tendernos una mano cuando la vida lo requiera. Que no dejemos las cosas a medias, que luego pican dejando un resquemor. Que si, en algún momento, algo se pone feo... no nos rindamos, simplemente nos sentemos a descansar un ratito el cuerpo y las ideas, y digamos sonriendo: "Esperar es hacer".
Y luego... sigamos. Un beso de Domingo. Duendecilla.

sábado, 10 de septiembre de 2005

Hablando de algo bonito.

Tomábamos ponche en el salón, contábamos historias. Hablábamos del mundo y la opinión que dio nuestra memoria.
Nadie quedaba alante y nadie atrás, era una tontería; y ahora nos peleamos por llegar antes del otro arriba.
Dime cuándo todo cambió. Dime cómo se estropeó. Dime cuándo la conversación se hizo gritos Cuándo, dime, fue la última vez que... hablamos de algo bonito.
Yo tuve malos tiempos y de tí solicite energía; y tú tenías momentos que quizá, apenas sí tenías. Si tiras de la cuerda tiro yo y así hasta que se rompa. Con esa misma cuerda, antes los dos, saltábamos la comba.
Dime cuándo todo cambió... Hablemos de algo bonito.
DELAH, Hablemos de algo bonito.
Regalo de Pía, de sábado por la noche.
Pero no es triste, ¡que no! Solo que presta asgaya, ¿verdad, pequeña?
Es para saber seguir... hablando de algo bonito. Con la gente. Beso de buenas noches: me voy un rato a compartir humo con Almu.
Duendecilla.

Chubascos.

Después de la tormenta siempre llega la calma y sale el arcoiris. Que sí, pero... ¿seguros? ¿Y mientras la tormenta qué pasa? ¿Nadie piensa en eso?
Las gotas, terminan oradando las piedras. En mayor o menos medida, con mayor o menos fuerza e intención; pero la oradan, me temo. Y llega un punto en que la piedra ya no es piedra y es guijarro. Y el guijarro, llega a ser arena. Y la arena...
Los rayos, luz de brusquedad que auguran un final feo. Como los errores cuando lastimas a alguien, aunque sea sin querer, sí. Y llegan ellos: los truenos.
Los truenos, como los gritos, duran poco; pero el susto ya es más largo. El estómago retumba y algunos no se te olvidan. Otros sí, pero de alguna forma, un trueno siempre será un trueno. Y de paso, el viento silbando. Qué intranquilidad... y qué cansado.
Las tormentas son entrañables si hay alguien que rodee con sus brazos, protegiendo un poco del ruido y de la ventana con cristales salpicados. Siempre es especial ese escalofrío de tormenta de verano. Y salir al jardín con un olor a húmedo que te infla los pulmones, y si te descuidas también las ideas. Contar algún caracol en las escaleras mojadas. Mirar al cielo y ver un tobogán de colores caprichosos que los ángeles, aburridos, han desplegado para jugar. E... irremediablemente se te dibuja media luna en la cara.
Hoy me conformo con una desde casa. Con Tontxu de fondo y un pedazo de Habana Blues. Sin brazos que protejan. Sin olor a húmedo. De lejos, la pureza de un día. De cerca, lo nuevo, que es bonito pero asusta (mucho). Y alguna cosa en el bolsillo: una sonrisa, un chupachús y unas pocas ganas de dar un abrazo; escrito en el alma, lo mismo que hace días: "à côté de l'espoir, petite..."; y bueno, la verdad es que me deshice de algunas cosillas...
Siento que algunas de las cosas que pasan cuando llueve, son por causalidad y no por casualidad. Ah, pero hoy no había arcoiris. Tal vez no se trata de una tormenta, a lo mejor son chubascos y entonces, el cielo que está vago (como yo), prefiere quedarse un poco gris, aunque le deje un espacio, pequeñito, al sol. Anaranjado, por cierto.
Un buen comienzo para enfrentar el miedo sería...
Un arcoiris en la ventana.
Duendecilla, sonriendo.

jueves, 8 de septiembre de 2005

Construir o plantar.

Cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: construir o plantar. Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción se acaba.
Pero existen los que plantan. Éstos a veces sufren con las tempestades, las estaciones y raramente descansan. Pero al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que para él, la vida sea una gran aventura.
Paulo Coelho, Brida.
Regalo de Narazul, hablando de las horas. Buscaré huecos para el color naranja, claro. Lo necesito, me apetece... pero ¿te das cuenta de que todos los demás colores, incluso las horas en blanco, siempre llevarán esencia naranja? A ver qué tal van las cosas. Ojalá las rojas, las azules y las verdes salgan adelante. Entonces las naranjas vendrán solitas, porque el alma las pide un poco. De todas formas... siempre quedará la opción de las 9 de la noche.
Un beso y un gracias que llevaba en el bolsillo con sabor a caramelo.
Duendecilla.

lunes, 5 de septiembre de 2005

Diversidad...

Se lo escribí a Marina, una vez, en respuesta a algo suyo. Sé que no la importará que lo comparta. Después de todo, a mí, ahora me sirve después de un tiempo. Porque nuestras vidas y nuestros mundos se componen de personas. De muchas y muy diferentes. Hay algunas veces que no escribes aunque tengas mucho que contar, porque el alma lo guarda mejor. Hay algunos que te llamarán muchas cosas que dices, pero seguro que a veces, no te llaman nada, y dejan que el silencio hable. Escúchalo. Hay algunos que te llaman estupideces; pero siempre vas a saber el matiz de esas bobadas: de quién te las dice, cómo y por qué. O bueno, a veces no y entonces duele. Hay algunos que a veces intentan hacer oídos sordos para hacerse los duros o los valientes; pero muchos más de los que imaginas, tus palabras no les suenan huecas. Hay algunos que te piden que les escuches, y otros que no te lo piden porque saben que lo haces. Con más o menos gana, pero lo haces. Hay algunos que te hacen reír o llorar, dices. Pero... ¿te has parado a pensar cuantos de esos "algunos" te hacen llorar de alegría? ¿Y reír de cansancio o de hastío? seguro encuentras. Otros te ayudan a disfrutar, a otros les ayudas tú, con otros compartes, otros te comparten... cuando algo se convierte en asunto de dos o más de dos, siempre es chulo, ¿no crees? Y otros que te enseñan, y otros a los que tú enseñas. Unos, desconocidos. Otros, de casi toda una vida. Unos tienen miedo. Otros te dan miedo. Unos apuestan por tí. Otros, apuestas tú por ellos. Unos caminan contigo. Otros, caminas con ellos. Y algunos pocos van de la mano, de tu mano. Unos, te enseñan a ver las cosas diferentes. Otros, esperan que tú se las pintes de rosa. Unos, te hacen pasar malos ratos. Otros, buenos momentos. Algunos, de todos un poco. Unos sonríen. Otros esperan que tú sonrías. Otros te miran y sonríen. Y otros tantos sonríen y se te dibuja la sonrisa a tí. Unos, hacen de un día entero el mundo. Otros hacen de un mundo, el día entero. Otros, simplemente hacen días y mundos. Unos te incluyen en su vida. Otros, les incluyes tú en la tuya. Y... de esos tantos, solo unos poquitos comparten latidos, experiencias y mares contigo. Unos, dan. Otros, reciben. Unos dan para recibir. Otros reciben sin dar. Otros pocos dan sin recibir nada, y otros poquitos poquitos reciben dando y dan recibiendo, así es bonito. Unos no merecen tenerte. Otros sí. Ya ves, así son las cosas. Unos darán las gracias, otros no. Unos serán agradecidos sin decir "gracias", otros ni eso. Unos piensan que sus cosas te importan un pimiento, otros no. Otros habrá que tus cosas les importe un pimiento, mientras que a otros tus cosas serán parte también de sus cosas. Unos te querrán mucho diciéndotelo y a lo mejor otros te querrán más sin decírtelo. Otros te ayudarán mucho. Otros te mimarán mucho. Otros te amarán mucho. Otros te harán muy feliz... pero otros no. Mira, escucha, sonrie, siente, VIVE: el silencio, en el silencio.
Ahí se esconde a veces lo más obvio.

Schhh!...

Schhh!... No hagas ruido... ¿Qué dices? Que sí, que sí... Schhh!... ¿Cómo? Que no, que no... Mañana me lo cuentas ¿vale? Schhh!... Que no, si ya te lo he dicho. No estoy durmiendo, pero... Déjame seguir soñando.

domingo, 4 de septiembre de 2005

Algún minuto de Coelho.

Érase una vez un pájaro, adornado con un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un animal hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observase. Un día, una mujer lo vio y se enamoró de él. Se quedó mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más deprisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invistó a volar con ella y los dos viajaron por el cielo en completa armonía.
Ella, admiraba, veneraba y adoraba al pájaro. Pero entonces pensó:
"¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!".
Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro. Y se sintió sola. Y pensó:
"Voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse".
El pájaro que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en la jaula. Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas que comentaban: "Eres una persona que lo tiene todo".
Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés. El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo, y ella no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.Un buen día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba solo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.
Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico. Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta.
"¿Por qué has venido?", le preguntó a la muerte.
"Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo", respondió la muerte. "Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo".
Paulo Coelho, Once Minutos.

sábado, 3 de septiembre de 2005

Noche de estudio, digo.

Y en la oquedad de un suspiro...

...mientras el sol se escondía sin ser "eclipsado"...

... ahí estaba, mandándole un pensamiento que decía:

"... à côte de l'espoir, petite".

Y siguieron compartiendo sueños.

Pero pasó que era una noche de insomnio...

...donde su único acompañante era un cazador de sueños.

Y se lo robó. Quizá la próxima vez. Sin eclipses.

jueves, 1 de septiembre de 2005

Narazul.

Duendecilla y Narazul. Hoy pensando, no encontraban bien el comienzo de los lazos. Eran recuerdos vagos, pequeños cristales que habían ido encajando en el tiempo, conformando un espejo, que por diminuto que pareciera, cabían muchas cosas, y... mucha gente. Había sido una tarde preciosa y mientras llegaba a casa, tras haber estado con personajillos de siempre, pensaba en todo lo que habían compartido. Duendecilla escribió un cachito que decía: "Gracias, Narazul. Por la tarde, las metáforas y las sonrisas: grata sorpresa, ¡que duren!. Por las palabras clave, por la frase acompasada de arcoiris. Por la música y por acompañarme gustosamente en el CAMINO de ordenar ideas y sentires. Hasta la próxima aventura: Duendecilla sin gorro, al descubierto".

Empezando otro cuento.

Había una vez un duende pequeño, con gorro y orejas de duende. Por las mañanas, miraba el cielo, lleno de nubes. Por las tardes, comía caramelos con otros duendes, hadas y deidades. Por las noches, pintaba el mundo de azul y pensaba... creaba. Amaba la vida, las horas, las cosas... Amaba la amistad aunque no siempre salieran las cosas bien. Sentado en su almohada, imaginaba un entorno más perfecto dentro de su tremenda imperfección. Y siempre pedía el mismo deseo en las estrellas: "lluvia de sonrisas y chocolate". Y a veces, cuando al viento se le antojaba, se sentía rodeado de amor y se le perdonaban todos sus errores.

Por casualidad... ¿no le habréis visto? Se marchó sin despedirse.